En un primer momento, los bonsáis eran ejemplares enanos
extraídos de su medio natural.
La observación de estos ejemplares llevó al hombre oriental
a desarrollar una serie de técnicas capaces de conseguir, de forma artificial,
el mismo resultado.
Los primeros datos de los cuales se tiene constancia escrita
referida al inicio de este arte, proceden de China, y se remontan al periodo
Tang (siglos VIII-X), donde queda reflejada por primera vez en una pintura
mural la presencia de un p´en-sai, planta modelada en la naturaleza y
replantada en una maceta.
Estos singulares y caprichosos ejemplares, eran cultivados
por los monjes budistas posiblemente desde algunos siglos antes de nuestra era,
pasando con posterioridad a convertirse en una de las ocupaciones y
entretenimientos de la nobleza.
A partir del siglo XII, las formas de estas plantas
comienzan a ser trabajadas por el hombre, dando lugar a lo que hoy conocemos
como el árbol en miniatura y, paralelamente las técnicas y los conocimientos
referentes a este arte empiezan a expandirse.
Estas técnicas llegaron a occidente a finales del siglo IXX,
cuando empezó a desarrollarse un profundo interés por todo lo oriental. La
fascinación por sus culturas invadió los distintos ámbitos de la vida e,
inevitablemente, la jardinería sucumbió a tan original modo de entender el
cultivo de especies vegetales.